Y el ciclón era una fiesta



Apenas un ciclón apuntaba por el Caribe con destino a Cuba y la radio lanzaba las primeras notas informativas, comenzaban los preparativos en la casa. Café, azúcar, una botella de alcohol, para reverbero, una conserva de guayaba, galletas, fósforos, un par de velas, algunos clavos y el martillo a mano para asegurar puertas y ventanas. 
 
Para nosotros los muchachos aquello era una fiesta. Ir a la escuela con los días lluviosos para chapotear en los charcos, era lo máximo. Mientras, con un mapa recortado de un periódico, íbamos siguiendo aquel ciclón que venia o se alejaba. Luego, cuando llegaba la penumbra gris de la tormenta, recogidos en un rincón como pollos mojados, nos asustaban las ráfagas que nos dejaba a oscuras mientras junto con el tronar tejas y árboles a la buena de dios. Durante aquella época, antes y después del ciclón, compóntelas como puedas. No había mas alla pues el Observatorio Nacional compartía sus espacios con los anuncios de la pasta Gravi o el cigarro Regalías El Cuño. porque .”Aunque llegue el ciclón pruebe el arroz Jon-Chi; chí que crece, chi que te va a gustar”. “Ríase de las inundaciones y péinese con Glostora que dejara su cabello como nuevo.”
Sin embargo, tal vez por esa convivencia huracanada el cubano se convirtió en una especie de ciclonero aficionado honoris causa sobre la base de sus creencias. Porque si algo bueno tenemos son nuestras creencias. Creemos, por ejemplo, que sabemos tanto de pelota que colocamos en solfa cualquier decisión en el home por complicada que sea. De igual forma creemos que podemos discrepar del último parte meterológico y aun discutirle la trayectoria del huracán al mismo doctor Rubiera. 
 Ahora, lo que todos si sabemos porque creemos en la Naturaleza, es que puntual como pocas cosas nos llega, desde el primero de junio y hasta el al 30 de noviembre, la temporada ciclónica. Eso no falla y aunque estas temporadas pueden ser violentas o benévolas, para este año, por ejemplo, se prevé una temporada menos activa que otras anteriores, con un promedio de 12 tormentas con nombre, cinco huracanes y tres grandes huracanes. Tengamos en cuenta que un gran huracán es de categoría 3 o más, con vientos de más de 177 kilómetros por hora. Nosotros también sabemos que las formaciones ciclónicas son posibles en cualquier época del año. Sucedió en este mismo 2017 con la tormenta tropical Arlene que comenzó a girovagar por el Atlántico durante el mes de mayo, o sea mes y medio antes del inicio de la temporada.
En realidad uno no puede dejarse seducir por los pronósticos de la ciencia pues la Naturaleza siempre se encarga de colocar las cosas en su lugar, se los digo porque ya se habla de que el Niño, Oscilación del Sur (ENOS) este gran patrón de la atmósfera enredado siempre con el calentamiento global desde el otro lado del continente, por el océano pacífico central, puede variar esos patrones y lo que se dice que se comportará de manera normal, puede que no lo sea
De todas formas Cuba cuenta hoy con una desarrollada ciencia meteorológica y una estrecha interacción con los medios de comunicación que le permite a través de la Defensa Civil, hacernos llegar alertas tempranas para el aviso oportuno, la protección y la recuperación, sin embargo, aunque el país se encuentra convenientemente actualizado desde el punto informativo y bajo protección el pueblo y su economía, mucho de ese resguardo queda en manos de la población y su capacidad de atención a las señales de aviso para protegerse, cooperar y evacuar en caso necesario, sin que las cosas nos agarren de sorpresa.
A pesar de todo esto ya sabido y actualizado en días como hoy, con la ciencia por delante y todo, siempre en cada temporada revivo aquellos párrafos cuando los ciclones estaban tocando a la puerta y la protección podía depender de cuatro clavos y un martillo. Sin embargo le tome el gusto a los aguachales porque entonces un ciclón así como así, era una fiesta.

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